Partiendo desde un enfoque marxista, creemos que es necesario al tratar el tema de las nuevas tecnologías en genética y en reproducción resaltar los conflictos que se crean en la sociedad. Sería fundamental para analizar el objeto de estudio tener en cuenta que la estructura social está atravesada por desigualdades. Consideraremos la estratificación social no determinada exclusivamente por la economía, sino que las desigualdades podrán surgir en función de criterios económicos pero también de otros como pueden ser el género, la etnia o la nacionalidad.
Estos criterios determinan entonces un desigual acceso y control de los recursos disponibles. En el caso de las nuevas tecnologías aplicadas a la reproducción o a la genética, al ser accesibles solamente a ciertos sectores de la sociedad, contribuyen a seguir reproduciendo las desigualdades entre clases sociales. Además, se trata de procedimientos y conocimientos que están en manos de una élite pero que afectan, o podrían hacerlo, al conjunto de la población. Se ejerce de esta manera un potencial control sobre el conjunto social, por lo que las nuevas tecnologías en reproducción y genética vendrían a ser un elemento más de dominio.
Por otro lado, para abordar desde un punto de vista teórico y social, los nuevos avances tecnológicos-científicos en el campo de la genética y la reproducción, es imprescindible enmarcarlos dentro de las explicaciones del riesgo y el consumo.
Las teorías de la sociedad del riesgo de Beck nos explican como la ciencia y las nuevas tecnologías no se limitan simplemente a hacernos la vida más fácil y segura. De hecho, el argumento básico de la teoría de la sociedad del riesgo es que en nuestra sociedad, se produce un proceso de cambio social por el que la industria y la ciencia producen efectos inesperados y perjudiciales. El desarrollo de la ciencia y la tecnología pone en peligro la sociedad misma. Ante esto Beck afirma que las sociedades modernas, empiezan a ser reflexivas, es decir, la ciencia, la tecnología y la industria son cuestionadas.
Además una idea esencial es que, en la sociedad del riesgo, la lógica del reparto de los riesgos sustituye a la lógica de reparto de la riqueza: si en la sociedad industrial la desigualdad social consistía en el reparto y la distribución de la riqueza producida, el paradigma principal en la sociedad del riesgo es el reparto y la canalización de los riesgos. Es decir, la teoría de la sociedad del riesgo nos muestra como desarrollo científico-técnico es el causante principal de los peligros irreversibles y desigualdades sociales que aparecen en nuestra sociedad. (Christian Oltra, 2005)
Los peligros derivados de la energía nuclear, la contaminación del medio ambiente, la difusión de sustancias venenosas en el agua o los alimentos… ponen en evidencia a la ciencia y la tecnología ante la opinión pública. Además, podemos ver como este riesgo se percibe cuando se trata de aplicar las nuevas tecnologías de manipulación de la vida. Estas, en un primer momento son percibidas como positivas para el ser humano y el medio ambiente. Sin embargo, su percepción también da lugar a temor y oposición. Oposición que depende de la persona y de sus creencias. Y es que el ser humano se enfrenta, por primera vez, a la posibilidad de crear nueva vida a alterarla y reconducirla, es decir, la naturaleza pueda ser transformada profundamente.
Esto despierta temores en el ser humano, puesto que las personas pueden llegar a ser tratadas más como un medio que como un fin en sí mismas. No podemos olvidar tampoco que tanto las aplicaciones de estas nuevas tecnologías de la vida como sus bases científicas son un gran negocio. Y es esta dimensión de negocio industrial la que genera problemas en su aceptación. (Taguenca Belmonte, 2008)
De hecho podemos ver, como esta nueva ciencia y sus tecnologías orientan a nuestra sociedad consumista a utilizar a las personas como medios, a “cosificarlas”. Así, Bauman nos describe una sociedad de consumidores caracterizada por una falta de claridad entre el objeto consumido y quien los consume. Según Bauman, en esta sociedad consumista, nadie puede transformarse en sujeto, en individuo, sin haberse hecho producto primero, es decir, la esencia de ser una persona es ser vendible, y convertirse en un elemento más del “fetichismo de la subjetividad”. (Korstanje, 2008)
Es decir, uno llega a ser alguien en la sociedad, llega a ser persona y tener una identidad, solo a partir del momento en el que se vende, de esta forma podrá comprar, y ser consumidor, y así pertenecer a esta sociedad. Vemos así como las nuevas tecnologías en genética y reproducción acentúan este proceso de cosificación de seres humanos, pues el bebé se convierte en un objeto susceptible de ser modificado a gusto de la madre, padre o padres. Es decir, aparecen bebés a gusto de los consumidores. Gustos que pueden cambiar según las modas o prejuicios culturales. De este modo, y como vimos en el film “Gattaca”, se llegarían a generar nuevas formas de exclusión y discriminación social, basadas en el código genético.
También analizando la sociedad del consumo, encontramos como Baudrillard analiza otro de los objetos de consumo “el cuerpo”. En la actualidad, el culto al cuerpo ha pasado a ser una de las características más notorias de la sociedad, donde se busca la belleza y la perfección en el cumplimiento de unos cánones preestablecidos; así, se impone un tipo de belleza como deber, y como condición imprescindible para que un individuo evite la exclusión social. (Carrasco, 2007)
De esta forma la homogeneidad se extiende, dando lugar a una sociedad cerrada y con el apoyo de unas nuevas tecnologías que facilitan la eliminación de rasgos diversos y biodiversidad.
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